Emboca tu productividad -
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Emboca tu productividad

Hace ya algunos años (16 para ser exacto) que abandoné la facultad con mi flamante título de Licenciado en Derecho. Un largo, excitante y a la vez desconocido futuro me esperaba para incorporarme al mercado laboral y aunque el momento no era el mejor de todos (si bien mucho menos dramático que la desgraciada situación actual) mis ganas de convertirme en un gran profesional me hacían ver las cosas con gran optimismo. Sin embargo, cuando echo la vista atrás, reconozco que habría agradecido enormemente que en mis primeros años de “pañales profesionales” alguien se hubiese tomado la molestia de enseñarme cómo tener unos buenos hábitos de trabajo, cómo conseguir hábitos productivos que me hubiesen permitido ser un profesional más eficiente desde el principio de mi carrera. De esta manera, estoy seguro que me habría ahorrado muchos disgustos y le habría robado mucho menos tiempo a mi familia, a mis amigos y a mi mismo.

Afortunadamente, hace ya algún tiempo quedé a comer con un buen amigo mío y mejor profesional que me habló por primera vez de las técnicas de productividad personal. Descubrí un mundo lleno de posibilidades, y a día de hoy, las técnicas de productividad personal son para mí el exponente más claro de lo que es trabajar utilizando el sentido común, utilizar la lógica para conseguir resultados de una manera más rápida y eficiente.

Si bien hay muchas maneras de ser más productivo y muchas técnicas que se pueden poner en práctica , voy a centrarme en tres que creo son especialmente importantes (la concentración, la planificación y el uso correcto de la tecnología) y que, guardan muchas similitudes con un deporte que me encanta: el golf.

Cuando pienso en concentración, lo primero que se me viene a la cabeza es un golfista en el momento de golpear la bola. Su expresión en el rostro o la mirada puesta en la bola como si fuera lo único que existiera en el planeta son el máximo exponente de la concentración. Nada ni nadie debe perturbarles en el momento de realizar el swing y de hecho no permiten que exista ningún tipo de distracción a su alrededor. Esta situación deberíamos tratar de replicarla en nuestro trabajo diario, y sin embargo, solemos ser mucho menos disciplinados. Mantenernos plenamente concentrados en lo que estamos haciendo, sin permitir tener distracciones que nos saquen de ese estado productivo, se nos hace cuesta arriba en muchas ocasiones. De este modo, permitimos la entrada de los “vampiros productivos” que consiguen chuparnos nuestra energía y nuestra capacidad de concentración, nos distraen y nos sacan del estado que deberíamos tener para sacar el trabajo con calidad y eficiencia. Chequear constantemente el correo electrónico (mal invento el aviso de llegada de nuevo mail) o tener delante el teléfono móvil (con su ya casi inseparable whatsapp) mientras trato de estar concentrado en la realización de una tarea son dos ejemplos claros de cómo nosotros mismos nos ponemos trampas a nuestra productividad.

En segundo lugar, la estrategia de juego de cada jugador muchas veces marca la diferencia entre el vencedor y los perdedores. Identificar cual es el mejor lugar donde jugar la bola, decidir en qué momento arriesgar y cuando conservar puede ser determinante para llevarse la gloria o ser uno más del montón. Y eso mismo ocurre cuando hablamos de nuestra planificación y organización del trabajo desde un punto de vista productivo. Si queremos alcanzar nuestros objetivos, contar con una planificación claramente establecida que nos permita gestionar los compromisos y prioridades se antoja absolutamente fundamental. Si en esa planificación además tenemos en cuenta cómo son nuestros biorritmos (es decir, en que momentos del día somos más productivos) y dedicamos nuestras horas de mayor productividad a las tareas que nos suponen un mayor esfuerzo, alcanzaremos importantes niveles de eficiencia. Y si ya le sumamos el conocer y manejar metodologías de gestión de tareas como el GTD (Getting Things Done, creada por David Allen), tengo claro que no habrá objetivo que se nos resista.

Finalmente, al igual que tener un buen juego de palos ayuda en cierta manera a alcanzar un mejor nivel de juego, el uso correcto de la tecnología que a día de hoy tenemos a nuestra disposición puede contribuir decisivamente a que nuestras jornadas de trabajo sean más productivas. En este sentido, no cabe duda que la movilidad que nos proporcionan las tablets, ordenadores portátiles o los teléfonos inteligentes nos permiten convertir cualquier momento o lugar en un contexto productivo. Además, los cientos de aplicaciones que inundan el mercado y que nos ayudan a ahorrar tiempo, a tener información disponible en la nube o a poder compartir datos con otras personas sin ningún tipo de esfuerzo, no hacen si no facilitarnos la vida y a animarnos a cambiar el enfoque tradicional hacia uno de mayor eficiencia.

Lo que está claro es que la única manera de cambiar nuestros hábitos no productivos por unos de mayor eficiencia es dedicarle tiempo y práctica, práctica, y práctica. Y desde luego, cuanto más pronto se empiece a tener esos hábitos, mejores líderes y profesionales tendremos en el futuro. Así pues, todos a dar bolas…

 

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